domingo, 16 de marzo de 2008

Good-Bye

Good-Bye, cruel world, I'm leaving you today.
Good-Bye
Good-bye
Good-Bye.



Good-Bye, cruel world, there's nothing you can say
to make me change my mind,
Good-Bye.

jueves, 21 de febrero de 2008

A veure què tal se'm dóna el català.

La gent en general, el proletariat estudiantil de batxillerat i cursos inferiors, els treballadors de veritat d'aquesta societat que no es mou, tendim a passar de tot olímpicament, a insultar els professors quan surten de classe i a treure aquell desitjat 5 que ens permeti entrar a la carrera que sempre havíem desitjat. Tot això està molt bé, però hi ha algunes persones, que vivim al marge d'una fauna i flora que prolifera i es multiplica a mesura que passa el temps, que necessitem alguna cosa més que un 5 per entrar a la carrera que sempre havíem desitjat. Servidor vol fer medicina. No ho sé, des de que vaig veure House que m'agraden els metges. Curar gent deu estar bé. I per curar gent necessito un 8. Quin és el problema? Que en un medi on predominen els ximpanzés i els osos formiguers dels manglars és molt complicat mantenir una classe assequible on es pugui captar alguna cosa que el avorrit professor de torn pugui dir. Això no seria un problema si en tots els instituts o en totes les classes es donés el mateix ambient que en el "Libro de la Selva", el professor cridaria més, les classes anirien totes més lentes, i el nivell seria encara més baix. (sí, es possible, una Espanya amb més fracàs escolar pot arribar a existir, voteu al PP) El problema de fons és que en un mateix institut hi ha una classe on l'ambient és el mateix que a la pel·lícula de Tarzan, (classe meva) i una altra on l'ambient es ben bé un altre. Es respira bohèmia, moviment intel·lectual, es respira més o menys bé, cony. Es pot respirar com a mínim. Clar que també té una petita part dedicada a la jungla, però per regla general la gent estudia, s'interessa, i calla. Es pot fer classe, es pot apendre alguna cosa útil pel dia de demà, i sobretot es poden treure notes boniques, treballades i suades, com ha de ser. I no com me les trec jo, que sense cardar brot em posen nous, només per ser dels únics de la classe que escolta i para atenció de tant en tant. A fer punyetes, si després un 70% de la meva classe estarà d'aquí un parell d'anys alegrement posant maons. Ja hi poden anar ara, que no s'ha de fer un màster per posar totxos, i així no incordiaran als quatre o cinc que queden que volen fer alguna cosa a la vida.

viernes, 15 de febrero de 2008

Curiosidad

Aun intento buscar una respuesta a una de las preguntas que últimamente me he formulado. Normalmente me planteo preguntas, y si tienen una respuesta, la suelo encontrar de inmediato. Si no tienen respuesta, también me doy cuenta en seguida que no la tienen y dejo de pensar en ellas. Pero tengo una pregunta, una pregunta que posiblemente se ha hecho muchísima gente ya, cuya respuesta no he conseguido encontrar, ni tampoco he encontrado ningún argumento en contra de que tenga respuesta:

¿Por qué coño la gente puede gastarse cantidades astronómicas de dinero en ropa y complementos estéticos?

Desde nuestros más humildes orígenes, nos hemos preocupado por la estética propia, y pronto aprendimos técnicas, procedimientos y maneras para incrementar dicha belleza. Pronto se instauraron una serie de valores estéticos, que se empezaron a seguir. Empezando por las primeras y rudimentarias vestiduras, hasta los maquillajes y complementos actuales.
Genéticamente, estamos preparados para tener un mínimo cuidado de nuestro aspecto físico, porque de hecho, nos importa demasiado lo que los demás puedan pensar sobre uno. Este hecho, supongo yo, es el motor de la variación e incremento de la preocupación por la estética física propia. Porque dar buena imagen y estar arreglado siempre es bonito. Esto puedo entenderlo perfectamente. Si vas a asistir a una boda, es natural que por esto mismo, no vayas con deportivas y chándal. Más que nada porque no darás una imagen apropiada para el acontecimiento. Cada acontecimiento está acompañado de una imagen determinada.
Hasta aquí todo bien. El problema viene cuando se intenta desarrollar la segunda parte de la pregunta, la parte realmente importante. Nos preguntamos: ¿De verdad hace falta gastar tanto dinero para ir aceptablemente a cualquier acontecimiento? Y a esta respuesta, yo respongo que no. He comprobado empíricamente que no hace falta vestir de marca para ir tan o más arreglado que gente que sí viste de marca. Cuando se compra un vestido, un esmóquin, unos pantalones o lo que sea, de marca, lo que estás pagando en realidad es un logo propagandístico. No es que la pieza de ropa en questión sea más bonita cuanto más cara sea, sino por el logo, por el creador de dicha pieza, acabas pagando más dinero por unos pantalones que quizás son una bazofia y el hazmereír de un acontecimiento. Pero esto no pasa si son de marca. Si, despues de ser objeto de risas por lo feos que llegan a ser tus pantalones, dices que son de una prestigiosa marca reconocida, y lo demuestras, la gente se calla al instante y cambia auntomáticamente su discurso. Este es el fenómeno curioso. Por qué la gente paga más para llevar un logo determinado en su camiseta, cuando de hecho la camiseta es de igual calidad y igual belleza de una camiseta igual, pero sin el logo, y que probablemente te cueste la mitad, o una cuarta parte de la de marca?
Aquí respondo lo siguiente: no lo sé. Lo atribuyo a un síntoma de locura general. Muchas marcas de ropa y complementos se han hecho mundialmente famosas y han conseguido gran cantidad de ventas, por el motivo que sea, cosa que ha hecho que sus productos aumentaran de precio. Lejos de que la gente deje de comprar ropa que ha aumentado su precio debido a un superhábito en las ventas, parece como si el hecho de que ahora esta ropa sea más cara induciera a la gente a comprar más ropa de esta marca. Es como un aviso a cualquier ciudadano diciendo: Esto es caro, por lo tanto mi condición social es alta, y si tu no llevas una camiseta como la mía yo soy mas rico que tú.
La humanidad, desde siempre, ha sido egoísta y avariciosa. Empezando por nuestros genes, que utilizan nuestro cuerpo para poder avanzar y ser más numerosos en el acervo génico y triunfar sobre los demás (esto lo dijo un tio listo, que sabe más o menos de que habla), hasta nosotros mismos, quienes, quizás inconscientemente, lanzamos mensajes subliminales al resto de los ciudadanos, enseñando a gritos mediante ropa y otras cosas nuestra condición social. Y es que en el fondo nos gusta lucir. A la mayoría nos gusta decir por ahí que nos hemos comprado una chaqueta que cuesta un Congo, o una pulsera de plata con los ahorros de mi marido. Aquí está el mal. Somos avariciosos, envidiosos y celosos. Si el amigo se compra un Audi, ¿por qué tu no puedes tener un Mercedes? Aunque después estés treinta años pagándolo. Por envidia cochina acabarás comprándote el Mercedes.

miércoles, 30 de enero de 2008

Sobre el poder adquisitivo y lo bien que pasa desapercibido

Últimamente me estoy dando cuenta de una cruda verdad, que siempre me había estado ocultada: vivo en la miseria. Sí sí. Mi familia, que desde que yo tengo constancia ha llegado siempre a final de mes, mi familia, que desde que yo tengo memoria ha ido de vacaciones cada verano un par de semanas o quizás un mes, mi familia, que siempre ha vivido en un relativo lujo, mi familia, que hasta se podía permitir caprichos de vez en cuando, y quizás a menudo también, esta familia tan bonita, está arruinada. Arruinada desde cierto punto de vista.
Yo siempre, o casi siempre, había "fardado" de pertenecer a una familia bienestante, no con mucho dinero, pero sí con unos ingresos superiores a la media. Una familia que podía vivir con caprichos, una familia que podía tenir una casa espaciosa y un par de coches, e ir a esquiar un par de semanas al año. Una familia de bien, vamos. Pero ahora hace unos cuatro años, me enviaron tres semanas a Inglaterra a aprender inglés (otro rasgo de familia de bien), i allí vi algo nunca visto. Descubrí un estamento de la población que yo ni sabía que existía. Aquellos niños con cara de subnormal tenían tanto dinero, pero tanto... Hablaban de cosas caras, de cosas que a mí me quedaban muy lejos, hablaban de cosas pertenecientes a una minoría privilegiada. Y eso pensé. Serán una minoría privilegiada. Serán pocos los afortunados que tengan tanta pero tanta pasta. Y pasé de todo. En mi ciudad no había nadie que yo conociera que tuviese tales cantidades de dinero. Y seguí fardando de tener un poco más que los demás. Hasta que se acercó el cataclismo. Había vivido engañado toda mi vida. No es que yo tuviese más que los demás, sino que los muchísimos "demás" que tenían más que yo no les conocía. Y me topé de frente con ellos, cuando conocí a chicos de un centro concertado de la ciudad. In-cre-í-ble. Un estamento social claramente diferenciado del mío, superior en todos los aspectos adquisitivos que queráis, se me había pasado por alto durante dieciséis años. Ignoraba su existencia, ignoraba qualquier cosa acerca de ellos. Hasta que me topé con ellos y con su poder adquisitivo, claramente superior al mío y al de mis compañeros. Y no eran pocos... Estos conocían a más gente de mi ciudad que tenía más pasta que ellos. Mucha gente de mi ciudad, una ciudad donde en teoría nos conocemos todos, tiene muuuuuuuucha más pasta que yo. Esto, realmente no me molesta, me la trae floja el poder adquisitivo de la gente. Lo que me molesta es que yo no lo supiera.

Princesa

Y de repente me viene a la cabeza una vieja melodía sin letra, cántico mudo, canción pasada, olvidada, muerta. Me recuerda a aquellos besos que nunca robé, a aquellas manos que nunca toqué, a aquellos ojos que nunca vi tan de cerca como para hacerme llorar, a tu silueta en la penumbra, a tu cara reluciente, irradiando alegría. Me recuerda a ti.
Posiblemente hubera sido mejor que nunca nos hubiésemos encontrado, que nunca nos hubíesemos visto, que nunca nos hubiésemos mirado. Como mínimo para mi. Dolor. Sentimientos pasados, no enterrados del todo, que florecen a flor de piel cada vez que tu mirada se cruza con la mía. ¿Sentiste tú lo mismo? Sí. No. Imposible. Improbable. ¿Magnífico? Despreciable.
Lo sentiste. Lo sé. Me lo dijiste. No quisiste, lo entendí. ¿Me querías? Yo a ti, sí.
¿Qué pude hacer? Mirar como huías. Te escondías. Detrás de excusas, de peso, pero excusas. Excusas que usabas como escudo, como protección contra un mal mucho mayor, contra mí. Sabía que era demasiado complicado, demasiado triste, demasiado honrado. No funcionó. No hubo suficiente fuerza de voluntad, suficiente ganas, suficiente amor. Ni por tu parte, ni por la mía. No llegué a llorar. Pero me sentí mal. Pertenecíamos a mundos distintos, a sitios, lugares y formas distintas. No éramos del mismo tipo de ser vivo. Tiempo después descubrí que ser opuestos no tiene por que ser malo, no tiene por que acabar con lo que tanto esfuerzo me costó construir. Pero lo hecho, hecho está. Tiempo al tiempo.

Per a tu.

Perquè aturar el temps, potser no és impossible.

domingo, 27 de enero de 2008

Sobre la madre que me parió

Diría que me parió mal. Me habría hecho un favor si no lo hubiera hecho. Aquél día, mis progenitores podrían haber disputado una partida de ajedrez alternativo en vez de dedicar su preciado tiempo a procrear y a asegurar la supervivencia de la especie. Y aunque lo hubieran hecho, algún otro espermatozoide podría haber ganado la carrera. ¿Por qué precisamente el mío? De todos los millones de espermatozoides que estaban allí corriendo, de todos ellos, gané yo. Ya es mala suerte. O sea, las posibilidades de que naciera yo eran ínfimas, insignificantes, casi menores que cero. Pero mira, cosas de la vida, contra todo pronóstico, con todas las de perder y con el viento en contra, nací. Y ale, aquí me tienen. Yo, sin ningún interes en ser un ser vivo, sin que nadie me hubiera preguntado si quería ser un humano (con todo lo que esto conlleva) o no, me encuentro aquí, de frente con todos los problemas de la vida diaria, dado por saco y sin ninguna aptitud superior a las de los demás para superar con éxito dichos problemas. Pero bueno, aunque no tenga ninguna aptitud superior a las de los demás, de momento solvento todos mis problemas con relativa facilidad y una dosis notable de inteligencia adquirida. Pero sé que seguramente no sirve para nada. Al final los problemas pueden contigo. Al final son tan inesperados, tan malparidos y tan con ganas de joder, que te atacan por doquier hasta destruirte enterito, desde la cabeza hasta la punta de la uña del dedo gordo del pie izquierdo. Y yo, que no elegí en ningún momento ser quien soy, ser como soy, vivir donde vivo y hacer lo que hago, me veo sumido en un agujero negro del cual soy prisionero y del cual no puedo salir. Nadie escoge la vida que tiene y yo creo que tendríamos que tener este derecho, ya que mucha gente vive vidas que no quiere vivir, y entonces las vive con asco, sin ganas, con ganas de que termine, o como máximo con total indiferencia. Y esto es malo, porque con tu vida, sea la que sea, se pueden hacer cosas increíbles. Sólo hace falta quererlas hacer, pero quererlas de verdad.

jueves, 24 de enero de 2008

¡CAGO EN LA HOSTIA!

CAGO EN LA HOSTIA!

Lo puedo volver a decir si quereis... Pero mira, se me han pasado las ganas. Oh, viva la celosía. Y es que la celosía es la monda. Es un sentimiento tan complejo, pero tan complejo, que nadie sabe de donde sale ni por qué. Este sentimiento de posesión, de querer tener lo que tienes, pero solo tenerlo tú, sólo para ti, y que los demás ni mirarlo, acaba conmigo. Es un sentimiento que sobra, claramente, sobra. En casos extremos te hace cometer barbaridades, y en casos no tan extremos te lo hace pasar mal de pelotas. Yo soy una persona muy celosa, y me jode, porque en el fondo (y no tan en el fondo) yo sé que no pasa nada, que todo está bien y sigue su curso, con las cosas donde tienen que estar. Pero no puedo evitar, de vez en cuando, pensar que las cosas, por el motivo que sea, tienden a desviarse de su curso original y perfecto. Por causas ajenas a mi influencia, por causas que ni siquiera conozco y que ni siquiera son ciertas muchas veces, veo que la cosa se desvía, que la cosa no va bien. Después resulta que son todo imaginaciones mías, se habla con la respectiva y se llega a la conclusión de que he extraído demasiadas conclusiones precipitadas y erróneas. Me quedo tranquilo durante un tiempo x. Pasado este tiempo x, vuelve a florecer mi antigua angustia, mi antiguo miedo por un terror que no tiene ni por qué producirse ni por qué ser cierto. Pero aun así, da miedo. Mucho miedo. Y el miedo es malo. El miedo lleva, en muchas ocasiones, al odio, y el odio lleva inevitablemente al sufrimiento. Y yo no quiero sufrir por culpa de una de las mejores cosas que me han pasado en la vida. Y no lo haré. Así que voy a intentar hacer limpieza interior, intentar sacar toda la angustia acumulada durante tanto tiempo en mi vientre, y tirarla lejos para que no vuelva más.

He vivido 17 años, 14 días, 23 horas y 15 minutos, y sólo se me ocurre una cosa que decir.
- Cago en la hostia.