jueves, 21 de febrero de 2008

A veure què tal se'm dóna el català.

La gent en general, el proletariat estudiantil de batxillerat i cursos inferiors, els treballadors de veritat d'aquesta societat que no es mou, tendim a passar de tot olímpicament, a insultar els professors quan surten de classe i a treure aquell desitjat 5 que ens permeti entrar a la carrera que sempre havíem desitjat. Tot això està molt bé, però hi ha algunes persones, que vivim al marge d'una fauna i flora que prolifera i es multiplica a mesura que passa el temps, que necessitem alguna cosa més que un 5 per entrar a la carrera que sempre havíem desitjat. Servidor vol fer medicina. No ho sé, des de que vaig veure House que m'agraden els metges. Curar gent deu estar bé. I per curar gent necessito un 8. Quin és el problema? Que en un medi on predominen els ximpanzés i els osos formiguers dels manglars és molt complicat mantenir una classe assequible on es pugui captar alguna cosa que el avorrit professor de torn pugui dir. Això no seria un problema si en tots els instituts o en totes les classes es donés el mateix ambient que en el "Libro de la Selva", el professor cridaria més, les classes anirien totes més lentes, i el nivell seria encara més baix. (sí, es possible, una Espanya amb més fracàs escolar pot arribar a existir, voteu al PP) El problema de fons és que en un mateix institut hi ha una classe on l'ambient és el mateix que a la pel·lícula de Tarzan, (classe meva) i una altra on l'ambient es ben bé un altre. Es respira bohèmia, moviment intel·lectual, es respira més o menys bé, cony. Es pot respirar com a mínim. Clar que també té una petita part dedicada a la jungla, però per regla general la gent estudia, s'interessa, i calla. Es pot fer classe, es pot apendre alguna cosa útil pel dia de demà, i sobretot es poden treure notes boniques, treballades i suades, com ha de ser. I no com me les trec jo, que sense cardar brot em posen nous, només per ser dels únics de la classe que escolta i para atenció de tant en tant. A fer punyetes, si després un 70% de la meva classe estarà d'aquí un parell d'anys alegrement posant maons. Ja hi poden anar ara, que no s'ha de fer un màster per posar totxos, i així no incordiaran als quatre o cinc que queden que volen fer alguna cosa a la vida.

viernes, 15 de febrero de 2008

Curiosidad

Aun intento buscar una respuesta a una de las preguntas que últimamente me he formulado. Normalmente me planteo preguntas, y si tienen una respuesta, la suelo encontrar de inmediato. Si no tienen respuesta, también me doy cuenta en seguida que no la tienen y dejo de pensar en ellas. Pero tengo una pregunta, una pregunta que posiblemente se ha hecho muchísima gente ya, cuya respuesta no he conseguido encontrar, ni tampoco he encontrado ningún argumento en contra de que tenga respuesta:

¿Por qué coño la gente puede gastarse cantidades astronómicas de dinero en ropa y complementos estéticos?

Desde nuestros más humildes orígenes, nos hemos preocupado por la estética propia, y pronto aprendimos técnicas, procedimientos y maneras para incrementar dicha belleza. Pronto se instauraron una serie de valores estéticos, que se empezaron a seguir. Empezando por las primeras y rudimentarias vestiduras, hasta los maquillajes y complementos actuales.
Genéticamente, estamos preparados para tener un mínimo cuidado de nuestro aspecto físico, porque de hecho, nos importa demasiado lo que los demás puedan pensar sobre uno. Este hecho, supongo yo, es el motor de la variación e incremento de la preocupación por la estética física propia. Porque dar buena imagen y estar arreglado siempre es bonito. Esto puedo entenderlo perfectamente. Si vas a asistir a una boda, es natural que por esto mismo, no vayas con deportivas y chándal. Más que nada porque no darás una imagen apropiada para el acontecimiento. Cada acontecimiento está acompañado de una imagen determinada.
Hasta aquí todo bien. El problema viene cuando se intenta desarrollar la segunda parte de la pregunta, la parte realmente importante. Nos preguntamos: ¿De verdad hace falta gastar tanto dinero para ir aceptablemente a cualquier acontecimiento? Y a esta respuesta, yo respongo que no. He comprobado empíricamente que no hace falta vestir de marca para ir tan o más arreglado que gente que sí viste de marca. Cuando se compra un vestido, un esmóquin, unos pantalones o lo que sea, de marca, lo que estás pagando en realidad es un logo propagandístico. No es que la pieza de ropa en questión sea más bonita cuanto más cara sea, sino por el logo, por el creador de dicha pieza, acabas pagando más dinero por unos pantalones que quizás son una bazofia y el hazmereír de un acontecimiento. Pero esto no pasa si son de marca. Si, despues de ser objeto de risas por lo feos que llegan a ser tus pantalones, dices que son de una prestigiosa marca reconocida, y lo demuestras, la gente se calla al instante y cambia auntomáticamente su discurso. Este es el fenómeno curioso. Por qué la gente paga más para llevar un logo determinado en su camiseta, cuando de hecho la camiseta es de igual calidad y igual belleza de una camiseta igual, pero sin el logo, y que probablemente te cueste la mitad, o una cuarta parte de la de marca?
Aquí respondo lo siguiente: no lo sé. Lo atribuyo a un síntoma de locura general. Muchas marcas de ropa y complementos se han hecho mundialmente famosas y han conseguido gran cantidad de ventas, por el motivo que sea, cosa que ha hecho que sus productos aumentaran de precio. Lejos de que la gente deje de comprar ropa que ha aumentado su precio debido a un superhábito en las ventas, parece como si el hecho de que ahora esta ropa sea más cara induciera a la gente a comprar más ropa de esta marca. Es como un aviso a cualquier ciudadano diciendo: Esto es caro, por lo tanto mi condición social es alta, y si tu no llevas una camiseta como la mía yo soy mas rico que tú.
La humanidad, desde siempre, ha sido egoísta y avariciosa. Empezando por nuestros genes, que utilizan nuestro cuerpo para poder avanzar y ser más numerosos en el acervo génico y triunfar sobre los demás (esto lo dijo un tio listo, que sabe más o menos de que habla), hasta nosotros mismos, quienes, quizás inconscientemente, lanzamos mensajes subliminales al resto de los ciudadanos, enseñando a gritos mediante ropa y otras cosas nuestra condición social. Y es que en el fondo nos gusta lucir. A la mayoría nos gusta decir por ahí que nos hemos comprado una chaqueta que cuesta un Congo, o una pulsera de plata con los ahorros de mi marido. Aquí está el mal. Somos avariciosos, envidiosos y celosos. Si el amigo se compra un Audi, ¿por qué tu no puedes tener un Mercedes? Aunque después estés treinta años pagándolo. Por envidia cochina acabarás comprándote el Mercedes.